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Hacia las elecciones parlamentarias en Venezuela: entrevista con Ronal F Rodríguez

immagine ceduta dall'autore/interessato

Ronal F Rodríguez es profesor de la Universidad del Rosario de Bogotá, donde es vocero del Observatorio de Venezuela, y de la Universidad de La Sabana de Chía. Es uno de los académicos y politólogos que estudia la situación en el país vecino y su relación con Colombia, que también profundiza en el programa radiofónico “Esto no es una frontera, esto es un río”. En una conversación virtual hablamos con él sobre las elecciones parlamentarias en Venezuela del próximo 6 de diciembre, sobre Nicolás Maduro y la oposición al chavismo.   

El líder de la oposición, Juan Guaidó, ha rehusado presentarse a las elecciones del 6 de diciembre que renovarán la Asamblea Nacional y ha convocado una consulta popular para el 12. ¿Qué quiere demostrar con esta iniciativa?

La oposición había pensado en Juan Guaidó como el líder ideal para buscar una transición relativamente rápida en Venezuela. No obstante, las capacidades de la oposición, a pesar de la presión internacional, no eran adecuadas para generar ese cambio y la prolongación en el tiempo de la figura del presidente interino se ha ido diluyendo. Incluso en las últimas encuestas la favorabilidad de Guaidó es  baja casi tanto como la de Maduro. El mismo instrumento de la consulta popular se utilizó en 2017 para demostrar que la mayoría de los venezolanos no estaba de acuerdo con la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente. Fue una dinámica interesante porque demostró, sobre todo a la comunidad internacional, que la mayoría de los venezolanos no apoyaba ese proceso. En este momento, la consulta del 12 de diciembre pierde fuerza. Puede ganar o puede dar lo que dio en 2017, es decir la percepción internacional de que había una parte de la población interesada en que se diera una transformación. Pero, incluso puede llegar a ser negativa, porque si la oposición no logra movilizar a la gente, no puede contar con el mismo nivel de legitimidad. El mundo está cambiando y la oposición ya no cuenta con el apoyo que tenía a principios de 2019, sobre todo porque algunos de sus aliados empiezan a transformarse, como Estados Unidos. 

Henrique Capriles [líder de Primero Justicia y dos veces candidato presidencial] ha optado por retirarse para protestar contra la decisión del oficialismo de no aplazar la contienda electoral, que se desarrollará en plena emergencia sanitaria. Mientras tanto, algunos partidos que integran la Mesa de Diálogo Nacional han decidido presentarse tras obtener garantías de Nicolás Maduro. ¿Por qué la oposición no logra estar unida?

Porque es una oposición bastante heterogénea. Incluso dentro de las posturas democráticas hay diferentes abordajes de cómo resolver la situación en Venezuela. Por ejemplo, el G-4, el grupo que compone y lidera Guaidó, ha decidido apostar por la presión internacional. No obstante, hay otras facciones de la oposición que piensan que las sanciones internacionales están causando daño y que no se quedan únicamente en el gobierno, sino que afectan a la población. Particularmente, esa es una de las posturas de Henrique Capriles, que sostiene que es muy fácil pedir sanciones cuando uno no sufre ni padece el coste que tienen. En el caso de los norteamericanos, en lugar de sancionar a los funcionarios, pasaron a afectar a todo Venezuela pensando que eso estrangularía el régimen, pero al final el mismo régimen utiliza esas sanciones para oprimir al pueblo y para exigirle más. Los venezolanos dependen directamente de las subvenciones y de todo un sistema que ha creado Maduro a partir de las sanciones. Por eso, Capriles dice que hay que buscar alternativas y diálogo. Una de las peores cosas que tiene la oposición son sus amigos. Son amigos de Jair Bolsonaro, de Donald Trump, de Nayib Bukele, presidentes muy cuestionables en materia democrática.

Las encuestas hablan de una abstención que roza el 70% y según un estudio de Delphos el 62,3% de los ciudadanos cree que la oposición debería participar. ¿Tiene razón Guaidó cuando sostiene que presentarse sería como legitimar un fraude electoral, o Capriles, que piensa lo contrario?

Yo creo que en democracia la disyuntiva de participar o no es válida. En un régimen la disyuntiva es más compleja y si se abre cualquier espacio de participación uno tiene que ocuparlo, porque esa es una oportunidad para llevar el mensaje. Las campañas no se hacen únicamente para ganar la plaza por la cual se está compitiendo. Se hacen para visibilizar una situación, y permiten movilizar a la gente para visibilizar el mensaje. Guaidó comete un error en la medida en que no permitió evidenciar, por ejemplo, el fraude. ¿Cómo voy a decir que hubo fraude si no tengo las herramientas que me permitan evidenciarlo? Entiendo cuando Capriles dice que no participará porque hay riesgos biológicos que los venezolanos no están considerando. La situación es muy al límite y no sabemos cómo la sociedad resiste a la Covid-19. Venezuela es el país más frágil y el menos preparado en el hemisferio occidental para enfrentar el virus. Esto va a tener un precio, pero el régimen va a querer jugarlo porque va a tener una Asamblea favorable que presentará como legítima.

En los últimos meses, Maduro ha mostrado señales de apertura, como la liberación de 110 dirigentes políticos, activistas y periodistas. Además, ha levantado las restricciones contra la Covid para ayudar la economía. ¿Esta estrategia le permite conseguir credibilidad?

Le sirve hasta cierta medida. Uno de los principales problemas que tiene Maduro es que sus propios aliados no le creen. Por ejemplo, los rusos para hacer cualquier tipo de acción en Venezuela le piden que tenga el aval de la Asamblea Nacional, porque temen que al día de mañana haya un cambio de régimen y que los acuerdos a los que lleguen con Maduro no sean respetados por el Estado. Si ellos logran controlar la Asamblea Nacional, y será así, el régimen ruso tendrá la excusa para decir que los acuerdos, los préstamos, la deuda que contrae Venezuela con ellos están contraídos por el estado y no únicamente por el chavismo. Uno no puede olvidar que la mayoría de los países no son democráticos y que entre ellos se cuidan la espalda.  

¿Cómo se está viviendo esta cita con relación a lo que ocurrió en las elecciones de 2017 o 2018?

En Venezuela se vació el contenido de las elecciones, sobre todo desde 2017, cuando coincidieron una serie de citas electorales. Primero la de la Asamblea Nacional Constituyente, con un proceso electoral que tuvo muchos problemas: una persona podía votar hasta tres veces y otras ni siquiera podían hacerlo. Se montó una estructura electoral que afectó el deseo de participación, pero posteriormente, en la elección de los gobernadores, ganaron líderes de la oposición en gobernaciones muy importantes como Zulia y Táchira. Se dieron entonces dos grupos: los que juramentaron ante la Asamblea Nacional Constituyente y el caso de Juan Pablo Guanipa en Zulia, que ganó pero no juramentó porque no reconocía el órgano como legítimo. Entonces se invalidó su elección y se volvió a hacer. No obstante, en el caso de los otros gobernadores fue aún peor, porque ellos participaron, juramentaron y, una vez hecho esto, les pusieron protectores que les retiraron el poder, el presupuesto y les dejaron la oficina vacía. En las elecciones de las alcaldías había una alta probabilidad de que la gente no participara. Entonces lo que Maduro hizo fue convertir el Carnet de la Patria en un instrumento de participación política. La gente tenía que entregar el Carnet, votar y recibir su nuevo Carnet. Si el Carnet es lo que me da acceso a los alimentos y medicamentos esenciales me toca ir a votar. En estas elecciones es posible que vuelva a suceder. La circunstancia del voto obligado es una herramienta que va a utilizar el chavismo particularmente ahora para tratar de demostrar que hay gran participación. Pero no es voluntaria.  

La Unión Europea ha declarado que no existen las condiciones para desarrollar elecciones “justas, democráticas y competitivas”. ¿Cuál será el papel de los observadores internacionales?

Los observadores convocados por el régimen son personas que no van a hacer un trabajo de observación electoral. Son actores que van a validar el proceso. De hecho, muchas de las organizaciones internacionales que podrían hacer algún tipo de acompañamiento han decidido no hacerlo.

¿El diálogo es la única solución?

Hay que buscar alternativas y eso no significa legitimar la dictadura. Es todo lo contrario. Si uno no entiende que la estrategia no es sancionar y que la vía militar simplemente no es una opción, toca buscar alternativas en las que se cree espacio a este régimen para salir. Para dejar el poder, Maduro no necesita que le pongan un precio a su cabeza de 15 millones de dólares, como ha hecho EE. UU., sino que necesita que se le dé una alternativa que sea suficientemente atractiva para él. 

¿Y cuál sería?

Eso sería parte de una negociación muy fuerte con varios actores internacionales porque el tema de Venezuela pasa por China, Rusia, Irán. No es un tema que se desconecta de la geopolítica global. Todo lo contrario. Muy seguramente un proceso de negociación va a necesitar como observadores a varias potencias internacionales para que acepten que si se llega a un acuerdo ellos no van a sabotearlo. Es más, hay que sentarse a negociar con Diosdado Cabello [presidente de la Asamblea Nacional Constituyente y número dos de Maduro]. Si yo negocio con él una transición y le ofrezco algo a cambio, pues voy a lograr que el proceso no sea muy complejo. Eso implica tragarse muchas cosas y perdonar delitos de lesa humanidad. Hay que ser capaz de plantearse escenarios de negociación con gente absolutamente detestable, con gente que ha hecho daño a Venezuela.  

¿Cree que el diálogo entre Guaidó y Maduro en Barbados de hace un año naufragó por la falta de otros actores?

Ahí fue una instrumentalización que hizo el régimen de Maduro. Aprovechó la negociación para ganar tiempo y lo ganó. Eso es parte de la dinámica. Si el diálogo falla 20 veces, hay que dialogar 21. El mejor camino siempre es la negociación. El problema es que el régimen se siente tan cómodo que evidentemente no negocia y ha logrado convertir las herramientas que ha utilizado para hacer presión  en herramientas de poder. El verdadero reto está en cómo conseguir el mejor ambiente para negociar. 

¿Cree que habrá una nueva ola de violencia después del 6 de diciembre?

No sé, porque el desgaste de la sociedad venezolana es muy alto. El problema de la Covid cambió las reglas del juego. Salir a protestar ya no es solo hacerlo en contra de un régimen y que el régimen te reprima, sino que puede llegar a ser un foco de infección. Entonces, en un país donde no tienes acceso a los medicamentos, controlar la enfermedad se vuelve muy difícil. La realidad es que la pandemia jugó a favor de Maduro y que la circunstancia global  también está jugando a su favor, porque se sale Donald Trump, su peor adversario internacional.   

 

Editing a cura di Elena Noventa

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